domingo, 9 de diciembre de 2012

Mito del Minotauro

Mito del Minotauro


Oculto en lo más profundo del Laberinto de Creta, que había construido el sabio Dédalo para el Rey Minos, habitaba el monstruoso Minotauro, con su cuerpo humano deformado horriblemente por una cabeza de toro (esta criatura era el fruto de una maldición del dios Poseidón, sobre la esposa de Minos, la reina Pasifae que se había enamorado de un brioso toro). 
Periódicamente se llevaban grupos de jóvenes para ser internados en el Laberinto, y así el Minotauro pudiese saciar sus instintos bestiales, su hambre voraz. 

En cierta ocasión el joven Teseo iba oculto en uno de esos grupos. Este famoso héroe estaba decidido a acabar con el horrendo monstruo homicida, para salvar a la gente de Creta y así ganar más celebridad y fortuna. La misión era muy peligrosa, pero la doncella Ariadna, que era hermosa y algo hechicera, se prendó de la gallardía de Teseo, por lo cual le facilito un ovillo de hilo, a fin de poder escapar del intrincado y mortal edificio. Y así sucedió: cuando se descubrió Teseo, en el centro del Laberinto, enfrentó al Minotauro, espada en mano, y le quitó la vida. Luego retornó a la salida y a los brazos apasionados de Ariadna. Y aunque posteriormente Teseo cruel la abandonó en la Isla de Nassos, el apasionado Diónisos, deidad del júbilo y del éxtasis, tomó a Ariadna por esposa y le obsequió la inmortalidad.

Dédalo
Dédalo estaba tan orgulloso de sus logros que no podía soportar la idea de tener un rival. Su hermana había dejado a su hijo Perdix a su cargo para que aprendiese las artes mecánicas. El muchacho era un alumno capaz y dio sorprendentes muestras de ingenio. Caminando por la playa encontró una espina de pescado. Imitándola, tomó un pedazo de hierro y lo cortó en el borde, inventando así la sierra. Unió dos trozos de hierro por un extremo con un remache y afiló los extremos opuestos, haciendo así un compás. 
Dédalo tenía tanta envidia de los logros de su sobrino que cuando un día estaban juntos en lo alto del templo de Atenea en la Acrópolis, aprovechó la oportunidad y lo empujó. Pero la diosa, que favorece al ingenio, le vio caer y cambió su destino transformándole en un pájaro bautizado con su nombre, la perdiz. Por este crimen Dédalo fue juzgado y desterrado.
Tras matar a Perdix, es expulsado de Atenas. Llega al reino de Minos obteniendo trabajos de gran importancia (construcción de Talos, una estatua de bronce como defensa militar).
Dédalo construyó una amplia pista de baile para Ariadna y más tarde construyó un laberinto en el que estaba encerrado el Minotauro y del que escapó Teseo gracias al consejo de usar un hilo que le dio Ariadna.
El laberinto era un edificio con incontables pasillos y calles sinuosas abriéndose unos a otras, que parecía no tener principio ni final. Dédalo lo construyó para el rey Minos, pero tras ello perdió el favor del rey y fue encerrado con su hijo Ícaro en una torre. El rey Minos quería el laberinto para encerrar en él al Minotauro, el hijo de su esposa Pasífae. Poseidón había maldecido a Pasífae y Dédalo le construyó una vaca de madera hueca para que pudiese aparearse con un toro.


Dédalo consiguió escapar de su prisión, su propio laberinto, pero no podía abandonar la isla por mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los veleros y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente registrado. Dado que Minos controlaba la tierra y el mar, Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro. Enlazó plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo otras cada vez más largas, para formar así una superficie mayor. Aseguró las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro.
Cuando al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera y le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Entonces padre e hijo echaron a volar.
Pasaron Samos, Delos y Lebintos, y entonces el muchacho empezó a ascender como si quisiese llegar al paraíso. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró y, lamentando amargamente sus artes, llamó a la tierra cercana al lugar dónde Ícaro había caído Icaria, en memoria de su hijo. Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia bajo el cuidado del rey Cócalo, donde construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al dios.

Mientras tanto, Minos buscaba a Dédalo de ciudad en ciudad, proponiendo un acertijo: ofrecía una caracola espiral y pedía que fuese enhebrada completamente. Cuando llegó a Camico, el rey Cócalo, sabiendo que Dédalo sería capaz de resolver el acertijo, buscó al anciano. Éste ató un hilo a una hormiga que recorrió todo el interior de la concha, enhebrándola completamente. Minos supo entonces que Dédalo estaba en la corte del rey Cócalo y exigió que le fuese entregado. Cócalo logró convencerlo para que tomase primero un baño, y sus hijas lo mataron entonces quemándolo con agua hirviendo.

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